No se habían visto en persona, pero la conexión fue inmediata —quien sabe si inevitable. Fue ella quien lo reconoció al instante: su mirada azul disparó su memoria, no la que habita en la cabeza, sino aquella que se guarda en el corazón. Habían vuelto a conectar, con la emoción del descubrimiento envuelta en humana duda. Con otros nombres, con otras pieles, con el misterio de lo desconocido y el silencio apenas interrumpido por una pregunta suspendida en el aire:
¿Era parte de nuestro destino encontrarnos?
El tiempo lo dirá.