24 noviembre 2013

El caso del detective Cornelius

Un mini cuento de fantasía para normalizar la discapacidad y para erradicar prejuicios
Eran las 7:30 de la mañana,   y el  sol  asomaba por  la villa de Troterlander,   con una sonrisa dibujada  en su cara y con sus brazos amarillos dirigiéndose a entrar por los ventanales de cada casa. Después de despertar  a cada  familia de la villa, el sol seguía su camino, extendiendo sus tentáculos  de luz hasta llegar a alcanzar el cielo.


Al mismo tiempo,  el  señor Cornelius ya tenía un ojo  ansioso de aventura abierto, el otro todavía descansaba, ignorando el grito desesperado del reloj como si no fuera con él.

Otra vez se había quedado dormido en su despacho, sobre su sillón de ramas y hojas, y  con el informe de la  gran investigación  que tenía entre manos, sobre su pecho.
La primera llamada del día, añadía la segunda  nota de música estridente a la mañana.
-Detective Cornelius al habla, dígame.

Sr. Cornelius soy Lilly, estoy revoloteando la zona norte del valle,  donde el riachuelo desemboca  en la cueva  de Lafoo y  he encontrado algo sospechoso
-Lilly!!! No me sorprende, siempre  adelantándote a la situación, pero  antes de nada dime,
¿Cómo va tu ala rota?
_Estoy muy bien jefe, desempeñando mi función con  más fuerza e ilusión que nunca.
_¡Me alegra saberlo!
Lilly atravesaba un momento delicado pues debía a acostumbrase a tener parte de su ala rota, pero eso no le había hecho perder un ápice de su belleza y de su olfato investigador.
_Cuéntame ¿Qué has encontrado?
_He encontrado  una parte de la estatua corona del Rey!
Oh no! La han destrozado!, exclamó Cornelius
Debo despertar a todo el equipo, debemos ponernos a trabajar ya mismo. Hay que descubrir quién ha robado la estatua corona de nuestro Rey.  ¿Quién  ha osado a cometer tal fechoría?
Nos han robado el símbolo de nuestro valle.
Araña Morgana, ¿estás despierta? te necesito en pié ya mismo.
- Le decía Cornelius  al hilo del teléfono. 
Sí señor,  si estoy, ¿no recuerda que me sostengo sobre ochos patas?
Si Morgana, perdona es una forma de hablar.
Dígame señor_ ¿Qué tengo que hacer?

Debes rastrear todas y cada una de las cuevas que hay en Troterlander, en especial cueva Maona. Plas, plas , plas ,  aplaudía con emoción la araña Morgana, allá voy mi capitán. 
Resolveremos el caso!
La araña Morgana, era la investigadora más coqueta del equipo. Cada vez que emprendía una investigación, se acicalaba con un traje negro muy ajustado  y unos pendientes brillantes, que completaban su vestimenta, posiblemente  lo hacía para alejarse de la fama injusta de malvada que le precedía, de picadora nata y de tener pocos amigos,  Morgana luchaba contra eso y quería alejarse de todos aquellos prejuicios que le hacían sufrir. Sólo quiénes realmente la conocían, sabían  que  eran habladurías.
Cornelius colgó el banánafo,  y girando su sillón de hojas y ramas, en señal de que la investigación marchaba, se llevó  un susto que le hizo precipitarse al suelo,  y desde allí tumbado, gritó Pepita! Pero qué susto me has dado! soy un gusano ya mayor para estas cosas! mayor y guapo, soy el detective Cornelius, ejem ejem, dijo con actitud de galantería y voz profunda mientras se sacudía la gabardina.
A la mosca no se le había ocurrido mejor idea que mostrar  su ojo saltón por la ventana trasera del despacho de Cornelius. Con razón al pobre, se le había puesto su corazón  de gusanito a mil por hora.

Te iba  a llamar Pepita… lo sé mi capitán Cornelius, pero  estoy ansioso por demostrarle al valle que pese a tener los ojos en  los extremos, soy capaz, me siento capaz de colaborar en esta investigación y de aportar gran valor.
Contésteme una pregunta, ¿Qué habitante de Troterlander,  es capaz de  saber lo que sucede al  mismo tiempo a la derecha y  a la izquierda?
Pues nadie como tú, Pepita.
Ring , Ring, Ring
Espera un momento.
Cornelius descolgó el banánafo  ¡Qué bueno saber noticias tuyas, Morgana!
Señor, estoy  a las puertas de  la cueva Maona, no doy crédito.
¿A qué? Interrumpió taxativamente Cornelius.
He oído los coletazos de Lafoo,  no me fío de ella.
Cornelius, intentando mantener la calma, dijo, muy bien Morgana, continua así y ten mucho cuidado, Lilly está merodeando la zona, le pediré que te de refuerzos.
De acuerdo señor.
Acto seguido Cornelius  colgó  y dirigió su mirada a Pepita para continuar…
Pepita,  ya  lo has escuchado…
Confías en tus capacidades  y les das el valor que merecen,  vuela con tu cuerpo, y atraviesa la aldea con tu visión panorámica hasta llegar a cueva Maona.
Casi no le dio tiempo a terminar la frase. Pepita ya se había esfumado.
Y allí, se reunieron, Lilly, Morgana y Pepita,  a las puertas de la cueva.  Cornelius coordinaba la operación y les arropaba desde su despacho.
Los tres investigadores entraron  en la cueva  cubriendo toda la entrada, aunque se repartieron en diferentes direcciones. Lefoo era la  serpiente más vieja de todo el valle,  era una vieja conocida de Troterlander, por sus malas acciones y su ansia de poder había quedado desterrada a una cueva  oscura y fría llena de malos deseos.
El instinto detectivesco de Morgana, le hizo escoger el camino más estrecho de la cueva, el ruido de su andar y  un goteo constante de agua, era lo único que se oía.
La araña Morgana se inmovilizó cuando noto la respiración de Lefoo detrás suyo. Se giró y ahí estaba, la vieja serpiente con la Corona del rey de Troterlander puesta.
Quítate la Corona.  Lefoo, no me hagas repetirlo más veces.
No.
Esta corona me pertenece siempre fue mía, y sólo mía,  espetó Lefoo.

Ante tal previsible negativa, Morgana con sus ocho patitas  y su esbeltez se abalanzó encima de la serpiente, cogió la corona y salió disparada, corrió, corrió sin mirar atrás, bueno salvo una vez, pues tenía la sensación que ya no le seguía y ¡Eureka! Lefoo se había quedado atrapada en una de las vías de la cueva!
La araña silbó  para reunir a sus colegas, tenía la corona de la hormiga león, el rey de Troterlander, entre sus patas, e iba a ser devuelta al  lugar de donde nunca tenía que haber salido.
Sí,  el rey del valle al que se le rendía homenaje era la gran hormiga león, y demostró que  el tamaño, la condición, y las diferencias entre los seres vivos no son significativas ni determinantes  para poder  gobernar  con talento  y para que su pueblo le tuviera tanto afecto.
…. y así Morgana, Lilly, y Pepita demostraron que eran insectos normales como los demás  habitantes del valle pero al mismo tiempo únicos y especiales por sus características. Todos  tenían un factor común denominador, confiaban en sus capacidades para llevar a cabo su trabajo, fuera de prejuicios de su entorno y haciendo de la adversidad  una oportunidad para crecer.
Cornelius , Lilly, Morgana y Pepita  habían devuelto al valle algo más que una corona. Habían devuelto un símbolo de paz, de unión, de respeto, de amor a todos los habitantes,  y lo habían hecho como no podía ser de otra manera,  JUNTOS.
FIN