16 abril 2015

16.04.2015.99


Abuela Engracia, qué bonita eras.

Si yo supiera rezar, también lo haría. Pero no sé.

Lo que sí puedo hacer -y hago- es recordar. Recordar viene de "Re-cordare" y significa literalmente volver a pasar por el corazón. Y, os juro, que esta mañana, al ver su foto, he vuelto a pasar por mi corazón tantos preciosos momentos que la Señora Engracia me brindó: algún bocadillo, cinco duros para chuches (a repartir con mi Javi), miles de besos, su puerta siempre, siempre abierta y la enseñanza rotunda de que el amor incondicional no sólo existe, sino que es la virtud más elevada del ser humano.

Ahi está el verano del 74 para atestiguarlo. Ahi está su obra maestra: sus tres queridísimos nietos y una hija que hereda sus mejores cualidades.

Hoy me queda la satisfacción de haberla conocido, el arrepentimiento de no haberla visto más cuando pude y la fe que me dejó en las personas .

Palabras de mi primo José Miguel a mi abuela Engracia, en el día que cumpliría 99 años. ¿A qué es una pasada? Afortunados todos los que tuvimos la inmensa suerte  de conocerla, disfrutarla y de aprender de una mujer con la mejor cualidades que una persona puede tener, la de amar a los demás desinteresadamente.