25 febrero 2013

Ecos de Harlem


El vivaz clarinete, el elegante piano, la trompeta líder, el grave contrabajo, la rotunda batería, pusieron las notas de sonido y de color negro a una noche de swing jazz.

Una música que me hace pensar en la esencia en mayúsculas, con carácter atemporal que más allá de haber eregido cualquier estilo y mejor aún, unido a diferentes clases sociales, la baja y la alta, y a diferentes razas, la negra y la blanca, sigue fluyendo por la línea del tiempo y manteniéndose viva. Son los pies cuando la escuchan los que bailan solos.

Un estilo musical polifacético del que no todos pueden presumir, pues tiene el poder de trasladarte a la soledad más fría que el humano puede experimentar, puede expresar la famosa llama del amor y su representación en el sentido físico, puede pintar en la partitura el desamor, es capaz de expresar el sentir y la alegría de una época y también su depresión, como lo hizo en la famosa “Crisis del 29”y puede hacerlo de una manera que sólo el jazz sabe, de forma misteriosa, sugerente y elegante.

Me enmudece el solo de trompeta, y es en ese momento cuando podría encontrarme con reminiscencias del pasado e incluso viajar al futuro, no hay mejor ambiente para hacerlo, pero simplemente me envuelvo en su melodía y sueño con escucharla siempre así.