19 mayo 2013

Retorno Tribal



Habían pasado muchos años, pero había decidido regresar. Era curioso pero Athu no había podido olvidar el olor natural de Tanzania.

Desde el momento que tocó tierra  una felicidad vibrante se apoderó de él haciendo sombra a su lógico estado de nerviosismo,  los miembros del poblado le recibieron al  ritmo de cánticos profundos y alegres, y los niños salieron a su encuentro riéndose y gritando, el reflejo de la luna brillaba en sus ojos y sus corazones celebraban enérgicamente su llegada.

Ztonu, Okapa, Wamba se dirigieron a él, como el guepardo lo hace hacia su presa, pero justo antes de abrazarle se quedaron paralizados al ver lo que había crecido. Estaba mucho más mayor que la última vez que le vieron, algo natural que no dejaba de sorprenderles, se había convertido en un hombre, con el mismo encanto blanco que siempre.

Athu, estaba abrumado por tan caluroso recibimiento, y casi sin poder caminar por sí sólo, fue balanceado hasta la casa de Babacar, el anciano jefe de la tribu.

La temperatura dentro de la cabaña había descendido unos grados, y la oscuridad de la noche se dejó notar dentro de la casa del anciano.

Athu se arrodilló delante de Babacar quién tomo sus manos blancas, pintadas de pecas de color canela,  y con la sabiduría que le había dado los años, pronunció:

"Welkom by jou huis weg Athu moes verlaat vir die kragtige nie jou eienskappe vir rituele, maar ons het nog nooit vergeet nie, jy is my seun en broer by jou broers en susters. Jou vel is 'n kombers geseën."

"Bienvenido a tu casa Athu tuviste que marcharte lejos para que los poderosos
no utilizaran tus atributos para rituales, pero nunca nos hemos olvidado de ti, eres mi hijo y eres hermano de tus hermanos. Tu piel es una manta bendita"

Athu no pudo mediar palabra, pues aunque habían pasado muchos años y la salida del poblado se  había producido de forma violenta siempre sintió que seguía conectado a su gente, no hacía falta verles, tocarles, ni estar físicamente allí, para saber que había un hilo de seda que los unía a miles de kilómetros de distancia.

La celebración era inevitable, y la noche en aquel lugar de Tanzania, se vistió de drumbs y djembés, de saltos, de palmas, de sonrisas, de gritos al aire que se extendieron a velocidad del rayo por toda la selva, Athu y Wamba, entraron en el centro del enérgico circulo, agitándose como nunca lo habían hecho, saltaban todo lo que podian expresando que la valentia habia ganado al miedo.

Athu había crecido física y emocionalmente, su piel era perfecta, de pelo rubio y ojos enigmáticos que le hacían sencillamente único,  pero lo que verdaderamente le hacía especial era la valentía de volver a su tierra sin miedo, seguro de sí mismo, y con la fuerza suficiente para enfrentarse a cualquiera.

Y volvió, volvió para quedarse en el África de sus sueños.